La historia del capitán cautivo
HISTORIA INTERCALADA EN "EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA" - 1605
La historia del capitán cautivo y la hermosa Zoraida es la última de las historias intercaladas que conforman la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. Pertenece al bloque de aventuras con final feliz (capítulos 23 al 46), en concreto a los dos días que pasan don Quijote, Sancho y demás personajes en la venta de Juan Palomeque. Estos sucesos se narran en los capítulos 32 al 46 y tienen una unidad propia en la historia: la venta se convierte en un microcosmos en el que confluyen un alto número de personajes que aportan cada uno su propia micronovela. El relato de la historia del capitán cautivo tiene lugar propiamente en los capítulos 39 al 41, en los que el capitán Ruy Pérez de Viedma, tras llegar a la venta acompañado de la hermosa Zoraida, narra su propia historia sin que ninguno de los oyentes intervenga. Es en el siguiente capítulo, el 42, cuando se da el enlace entre los demás personajes que le escuchaban, y tiene lugar el desenlace feliz con el encuentro de los dos hermanos. Los siguientes tres capítulos contarán con la presencia de los personajes de la historia intercalada, pero puesto que ya interactúan con los demás personajes de la venta y con don Quijote no se puede considerar como parte de la historia intercalada, sino del núcleo principal de la narración de Cervantes.
La historia del capitán cautivo consiste en la narración en primera persona de Ruy Pérez de Viedma sobre los sucesos acontecidos en su vida desde la partida de su casa hasta la llegada a la venta de Juan Palomeque. En ella se encontraban alojados don Quijote, su escudero Sancho Panza, el cura, el barbero maese Nicolás, don Fernando y Dorotea, y Cardenal y Luscinda. Antes de la llegada del capitán cautivo a la venta había tenido lugar la historia intercalada de El curioso impertinente y habían tenido un final feliz las historias de Cardenio y Dorotea. Este grupo de personajes se alojaba en la venta de camino al hogar de don Quijote, quien iba engañado, cuando llegan a la venta una mujer mora sobre un jumento y un hombre que parecería un caballero salvo por sus ropas de cautivo. El ventero les comunica que no queda alojamiento en la venta aquella noche, pero Dorotea y Luscinda se conmueven y ofrecen compartir su lecho con la mujer, y así se acuerda que ambos pasarán la noche en la venta.
La mujer resulta ser la mora Lela Zoraida [1], que no habla cristiano pero desea ser bautizada y suplica que le llamen María. Al ver algo tan extraordinario, los huéspedes de la venta ruegan al cautivo que narre los hechos que les ha hecho llegar allí. Antes de que él proceda a ello, don Quijote expone su discurso sobre las armas y las letras del capítulo 38, admirando a todos que en ese ámbito desaparezca su locura y que un hombre tan sabio pueda haber perdido la cordura.
Cuando don Quijote finaliza, el capitán cautivo comienza la narración de su historia. Lo hace de la misma manera que Cervantes introduce su novela, mediante la fórmula “en un lugar de..”. Se trata de Ruy Pérez de Viedma, un hombre de algún lugar de las montañas de León cuyo padre hace veintidós años decidió repartir su fortuna entre sus hijos. A cada uno de los tres les correspondió tres mil ducados y debieron elegir un camino que tomar siguiendo el refrán “Iglesia, o mar, o casa real”[2]: Ruy, el mayor, escogió servir al rey en el ejército y partió a Génova; el segundo partió a las Indias y el tercero, Juan, escogió los estudios. El capitán comienza la narración de sus años en el ejército, las batallas contra los turcos bajo el mando de don Juan de Austria, su participación en Lepanto y Navarino, cómo estaba a punto de ser nombrado maestre de campo[3], y, sin embargo, como acabó apresado y cautivo, primero por el renegado Uchalí en Constantinopla y después en Argel con el rey Azán Agá.
Todos los nombres mencionados en su relato son personajes reales que participaron en los hechos narrados, salvo Pedro Aguilar, un hombre cuyas poesías menciona. Este es el único momento de la historia en el que es interrumpido, por don Fernando. Ha reconocido la descripción de su hermano y le comunica al cautivo que logró la libertad y ahora esta casado y con tres hijos, e incluso recita uno de sus sonetos. El cautivo se alegra por las noticias de su compañero y prosigue con su relato.
Él no logró la libertad, y fue trasladado a los baños de Argel, donde sufrió la crueldad de los moros y los turcos a la espera de su rescate. Y estando ahí él con otros tres cautivos cristianos apareció una caña de la casa contigua que mediante signos le indica que se refiere a él, y que debe tomar los dineros y la carta que alguien le ofrece mediante la caña. Descubre que es una mujer, Zoraida, la bella heredera e hija de Agimorato, moro principal y rico que había sido alcaide de La Pata. En la carta, la mora le transmite su intención de lograr su liberación para que les lleve con ellos a España, donde se pueda bautizar y casar con él como agradecimiento. La carta no estaba escrita en cristiano, pero el cautivo le pide a un renegado que se lo tradujera, y así también descubren que la conversión de Zoraida se debe gracias a una esclava cristiana que le habló siempre de Lela Marién[4].
Gracias a la ayuda económica de Zoraida se logra pagar la libertad de los cautivos, y el renegado que había traducido la carta parte y compra un navío y provisiones para llegar a las tierras cristianas. Acuerdan un plan de escape con la mora, pero su padre la descubre huyendo en la noche por el jardín, reconoce a los cautivos y da la alarma. Para evitar esto, los cautivos toman a los moros y los llevan consigo. Una vez en el barco navegando, Agimorato descubre con gran dolor que su hija se encuentra allí por voluntad propia y cuáles son su intenciones, y tiene lugar una escena dolorosa en la que Zoraida, aunque llorando, no cede y se mantiene firme en su decisión. Finalmente, Agimorato y los moros desembarcan en una cala al lado de un pequeño promontorio, la Cava Rumía — que quiere decir mala mujer cristiana —.
Continúa la travesía sin mayores improvistos, y las condiciones meteorológicas que les habían conducido en dirección a Orán en vez de a España desaparecen. A pesar de esto, todos tienen el temor de que aparezca cualquier barco enemigo: corsario, turco o moro. Y, en efecto, cerca de las costas cristianas les asalta un bajel de corsarios franceses que destruyen su embarcación y les toman como prisioneros, tomando todas sus posesiones — salvo el cofre con los dineros que llevaba Zoraida y que cayó al mar —. Sin embargo, como los corsarios tenían intención de pasar por los puertos españoles haciéndose pasar por bretones, les dan un bote y barriles y les dan la libertad. Además, el capitán le entrega cuarenta escudos a Zoraida.
Por fin, los cautivos logran llegar a tierras cristianas y se adentran en busca de algún pueblo, referente o ayuda. Sin embargo, un pastor a la sombra de un alcornoque reconoce los ropajes de Zoraida y el renegado y huye dando la alarma, alegando que son moros. Al poco rato llegan cincuenta caballeros en busca de los supuestos moros. Por suerte, uno de los cautivos reconoce a uno de ellos, su tío Pedro Bustamante. Descubren que se encuentran en la tierra de Vélez Málaga, y son acogidos en el pueblo. Ruy Pérez de Viedma y Zoraida pasan seis días en casa de Pedro Bustamante, y entonces deciden partir en busca del padre y los hermanos del capitán cautivo, con la intención de que Zoraida se bautice y que ambos se casen.
En este momento finaliza el relato del cautivo y entran en la historia los demás personajes: don Fernando ofrece su ayuda y que su hermano el marqués se el padrino de Zoraida, etc. Estando en esto, llegan a la venta un oidor con su hija, que resulta ser Juan Pérez de Viedma, oidor de las Indias en la Audiencia de Méjico y hermano menor del capitán cautivo. Tras este reencuentro se acuerda partir a Sevilla y mandar venir a su padre para celebrar allí el bautizo y la boda, y así finaliza bien la historia del capitán cautivo y la hermosa Zoraida.
Deriva de esta historia intercalada la historia de Clara, hija del oidor y sobrina del cautivo, y el joven caballero don Luis. Esta historia es mucho más breve: la noche del reencuentro Dorotea escucha el bello canto de un mozo de mulas, y despierta a Clara para que también ella pueda deleitarse con el canto. Sin embargo, Clara se turba al escucharlo, y le cuenta a Dorotea cómo ambos desean casarse y el impedimento que existe por ser él un caballero superior a ella. Don Luis huye de casa de su padre y sigue a Clara en su camino a Sevilla, pero cuatro criados de su padre parten en su búsqueda y dan con él a la mañana siguiente en la venta, en medio de todo el caos causado por los diversos sucesos con don Quijote y los cuadrilleros. Al final, el oidor intercede por el joven y se acuerda que don Luis irá con el marqués hermano de don Fernando acompañado de uno de los criados, y los otros tres partirán a contar a su padre las intenciones de su hijo, y así poder solucionar el problema. Una vez más, la historia acaba con un final feliz, y prosigue el núcleo central de la historia de don Quijote en su regreso a su hogar.
Esta historia queda enmarcada en el subgénero de la novela morisca, muy característico de la literatura renacentista. Es un género literario sobre todo hispano que trata las relaciones fronterizas entre moros y cristianos y pertenece a la literatura idealista. Tiene un carácter histórico tanto por los personajes como por los ambientes, alusiones, época y lugares de acción, en un momento de convulsa convivencia entre ambas religiones. La novela morisca supone la superación tanto de la novela de caballerías como de la sentimental, logrando un equilibrio entre ambas. Tiene una concepción sublimada de lo heroico, con personajes idealizados con cierto platonismo renacentista, y protagonizada por caballeros valientes. Es más humana que la novela sentimental, y el papel de la mujer es más activo. Además, no es trágica, sino que tiene un final feliz y un acercamiento optimista. La maurofilia está muy presente, los moros tienden a ser presentados al mismo nivel, y las costumbres y los hábitos de los moros se corresponden con las de un caballero cristiano, hay una españolización y cristianización de los personajes y se da una narración anacrónica. Además, la acción no tiene interrupciones, no se presentan discreciones moralizantes y se emplea una estructura lineal renacentista con un lenguaje clasicista sin excesos retóricos ni latinismos, y con arabismos frecuentes.
Además, se podría aventurar a decir que tiene una ligera influencia de la novela bizantina por tratarse de una pareja de personas de cierta importancia, aunque no nobles, dos jóvenes amantes que son el paradigma de la belleza y la virtud que emprenden un viaje por tierra y por mar luchando contra diversos peligros como la piratería y el cautiverio. Y, sin embargo, son capaces de superarlo todo hasta lograr casarse y ven recompensada su virtud. Es cierto que Ruy y Zoraida no tienen que sufrir una separación y los motivos de su viaje son diferentes a los propios de la novela bizantina, pero el objetivo y el desenlace son muy similares.
Entre todas las historias intercaladas de la novela de Cervantes, en la del capitán cautivo se pueden observar ciertas referencias autobiográficas. Sin embargo, más que autobiográfico, es más acertado considerar que Cervantes se basa en una experiencia personal para ambientar su obra. Algunos de estos elementos se expondrán a continuación. Miguel de Cervantes Saavedra dedicó años de su vida al ejército, y participó en numerosas batallas contra el turco, entre la que cabe destacar la batalla de Lepanto. Es cierto que, al igual que Ruy Pérez de Viedma, también estuvo al servicio de don Juan de Austria. El aspecto más significativo de su biografía en relación con el capitán cautivo es su propio cautiverio. En la solicitud de Cervantes a Felipe IV de uno de los tres puestos vacantes en las Indias en 1590 queda reflejado cómo pasó veintidós años al servicio de su majestad, hasta que fue convertido en cautivo en la galera Sol en 1975 [5]. Tanto Cervantes como el capitán cautivo pasaron la misma cantidad de años en el ejército antes de ser capturados. Otro detalle interesante es la mención en el relato del cautivo en el capítulo 40 de un personaje que podría ser Cervantes:
Sólo libró bien con él un soldado español llamado tal de Saavedra, el cual, con haber hecho cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes por muchos años, y todas por alcanzar libertad, jamás le dio palo, ni se lo mandó dar, ni le dijo mala palabra; (Miguel de Cervantes Saavedra (2004). Donde se prosigue la historia del cautivo. En El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha (p.245) (Ed. IV Centenario). Castilla la Mancha: ABC)
A continuación, se analizarán aspectos técnicos y estilísticos característicos de esta historia intercalada.
Debido a la relación entre el narrador (Ruy Pérez de Viedma) y Zoraida se presentan los hechos con ambigüedad, y la estrecha relación del narrador con la obra relatada impide distanciamiento y objetividad en el relato de los acontecimientos y en el retrato de Zoraida. Además, el punto de vista de Zoraida depende del cautivo, sobre todo en tierras cristianas, puesto que ella no habla la lengua. Esto también hace que ni el público de la venta ni el lector conozcan el testimonio de la mora, sino el exclusivo y subjetivo del capitán cautivo [6]. Sin embargo, Zoraida no tiene un papel secundario en la historia, sino uno de carácter relevante. Zoraida es un personaje supremamente sagaz y decidido. Es consciente de limitaciones como el lenguaje, pero aprovecha todos los medios que tiene disponibles, como la escena en la que usa a su padre como traductor del diálogo que mantiene con el cautivo horas antes de su huida. Su principal objetivo es su conversión al cristianismo, y es capaz de abandonar todo para ello. Tiene lugar un desplazamiento espacial (de Argelia a España), religioso, social, político, económico y personal; e incluso transgrede el orden patriarcal de su cultura, abandona a su padre y se somete a una conversión religiosa por su propio convencimiento. Sandra L.Álzate explica que tanto Marcela como Zoraida son transgresoras de órdenes simbólicas dominantes, y Dorotea y Luscinda, aunque más tradicionalistas, tienen la fortaleza de decidir su propio porvenir y escapar de los espacios impuestos [7].
El personaje de Agimorato, padre de Zoraida, es el perfecto ejemplo de antihéroe. No se le presenta como malvado ni despreciable, sino como un padre doliente, desconsolado y desesperado que transmite al lector una intensa humanidad, empatía e identificación. Incluso logra ensombrecer el papel de los personajes “positivos” del relato, la mora y el cautivo [8].
Según Ana Luisa Baquero Escudero[9], el reto de intercalar narraciones en una historia consiste en reunir regiones literarias “irreconciliables”, insertarlos en el mismo nivel narrativo que la acción principal. En el caso de la historia del cautivo, Cervantes lo introduce como un personaje que aparece en la historia de don Quijote y cuenta su historia. Comienza como un cuento tradicional: un padre con tres hijos y cómo cada uno elige su camino. Tiene lugar una confluencia oximorónica entre la historia contemporánea del propio Cervantes y la leyenda del milagro, introducido por el personaje de Zoraida y su devoción a Lela Marien. Además, puesto que la historia la narra un personaje y no don Quijote, el estilo carece de arcaísmos y presenta rasgos de oralidad.
Como señala Martínez Bonati la forma imaginativa de ésta carece de pureza estilística –como todas las restantes a excepción del Curioso-, y en ella cabe advertir la confluencia oximorónica de historia contemporánea y leyenda de milagro, reunidas ambas bajo un comienzo de un cuento tradicional, con la presencia del padre y los tres hijos. (Ana Luisa Baquero Escudero. “La variedad de regiones literarias en las historias intercaladas en el Quijote”. Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo. Año LXXXI (enero-diciembre 2015): 40-41.)
Por último, esta no es la única obra en la que Cervantes trataba el tema del cautiverio, también cabe destacar el teatro de cautivos como Los tratos de Argel y Los baños de Argel. Además, una de sus novelas ejemplares, El amante liberal, está clasificada como una novela morisca, y es una novela ejemplar idealista con un mayor énfasis en la imaginación[10]. Incluso trata el tema en otras historias intercaladas como la de Los falsos cautivos de su novela bizantina Los trabajos de Persiles y Segismunda.
Anotaciones del texto:
[1] El término lela quiere decir señora, y refleja el estatus social de la mora, cuyo padre, Agimorato, era un moro principal y rico que había sido alcaide de La Pata.
[2] Miguel de Cervantes Saavedra (2004). Donde el cautivo cuenta su historia y sucesos. En El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha (p.239) (Ed. IV Centenario). Castilla la Mancha: ABC.
[3] Mando de un tercio del ejército.
[4] Virgen María.
[5] Astrana Marín, 1948-1958B, t.4, pp.455-456, citado en Edward C.Riley (2000) Introducción al Quijote. Barcelona: Crítica.
[6] Ana Luisa Baquero Escudero. “La variedad de regiones literarias en las historias intercaladas en el Quijote”. Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo. Año LXXXI (enero-diciembre 2015): 21-49.
[7] Sandra L. Alzate. “Representación de los espacios femeninos en las historias intercaladas del primer Quijote”. Hipertexto nº2 (2005): 9-22.
[8] Sandra L. Alzate. “Representación de los espacios femeninos en las historias intercaladas del primer Quijote”. Hipertexto nº2 (2005): 9-22.
[9] Ana Luisa Baquero Escudero. “La variedad de regiones literarias en las historias intercaladas en el Quijote”. Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo. Año LXXXI (enero-diciembre 2015): 21-49.
[10] GRIS. “Cervantes, las Novelas ejemplares y la narrativa de su tiempo”. Servicio de bibliotecas Universidad de Navarra. (Enero 2014): 1.